martes, 20 de noviembre de 2007

otro nuevo artículo

Hola amigos y amigas, esta noche quiero compartir otra reflexión con todos vosotros, espero sea de vuestro interes.
Un Saludo y muchas gracias por vuestra lectura, necesitamos entre todos aportar nuestras reflexiones pues nos ayudan a crecer.


Este es el artículo.

LA PARTICIPACIÓN UN MODO DE SER

Si ponemos nuestra sociedad frente al espejo, cada día soy más consciente que construimos una sociedad débil y con escasa altura de miras. Una mirada por encima de ella, nos describe que los intereses privados van dejando de lado la perspectiva del bien común. Como diría Ramonet “vivimos un cambio de época de enorme calado (cambio económica, político, geopolítico, espiritual, religioso, cultural)”. Se van enterrando formas y estilos de vida, donde prima la seguridad por encima de la solidaridad, la cultura de la satisfacción derrotado al mundo de las utopías.

Toda esta situación, hace que la participación ciudadana se entienda como el simple gesto de los procesos electorales, nos hemos acostumbrado a quejarnos, a reivindicar pero no a participar. Cada vez son más los que apenas participan y pocos los que participan. Vivimos en definitiva, una participación no adecuada, donde el resultado que tenemos es: la apatía, el desinterés, la desconfianza social. No hemos sido educados en la cultura participativa.

Es cierto que vivimos un auge de aumento de voluntarios y voluntarias, de O.N.G, pero en su mayor parte se trata de una participación limitada a la labor asistencialista, una participación que nace no del interés hacia lo público, sino del interés hacia uno mismo, el “nosotros” degenera en “lo mio”. Hoy más que nunca, lo virtual gana a lo real. Contamos con una sociedad civil virtual compuesta por ciudadanos y ciudadanas conmovidos, pero estáticos, portadores de tarjetas solidarias, pero importadores de consumismo ciego, “fans” de moda blondosolidaria.

Por tanto, para hacer frente a esta forma de participar es necesario que empecemos a vivir la participación como una cuestión ética, no como modo de “hacer el bien”, sino como modo de SER.

No debemos desanimarnos, el mundo no está totalmente acabado, está siendo, y nuestro modo de estar en el mundo es, necesariamente, transformándolo, no olvidemos que somos seres de transformación no de adaptación. Debemos participar, no sólo para construir un mundo mejor, sino que el hecho de participar hace que pongamos en común, experiencias, habilidades, actitudes, comunicación, vida. Debemos participar para modificar la realidad del entorno y para encontrar espacios de recreación personal, donde nos reconocemos como personas, donde el tiempo se acomoda a la escala del ser humano, donde la prisa y urgencia no son los valores prioritarios, donde la persona puede construir su identidad personal.

Esta, la participación, debe ser nuestra forma de hacer política, no sólo es el Estado, los ayuntamientos y las demás organizaciones administrativa quien hace la política. Para ello, debemos hacer de la participación nuestra cuestión educativa, donde no importa tanto de quienes son las iniciativas sino lo que importa es sumar voluntades, informar, sensibilizar. De esta forma los líderes son sustituidos por animadores y facilitadotes y el sujeto es la misma comunidad, el mismo colectivo. De esta manera, no crearemos una escuela de activismos sino un verdadero espacio de tejido asociativo, de valores compartido. Y todo esto sin dejar al margen a los colectivos excluidos, aquí tendría cabida todos los inmigrantes sin papeles, los parados, los chavales que viven en pisos de protección…, todos deben tomar la palabra, “su” palabra, trabajando la integración en clave de hospitalidad, donde el extraño es tratado como invitado.

No olvidemos, la participación exige poner la mirada precisamente en lo común, por poco que sea o parezca. Como diría el poeta Gabriel Celaya: “A la calle, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

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