jueves, 27 de diciembre de 2007

REPENSAR LA NAVIDAD

Salgo una tarde de Navidad de paseo por la ciudad y me encuentro abarrotado el centro comercial, iluminadas las calles con miles de bombillas, escaparates de colores, octavillas anunciando una gran fiesta-cotillón. Sigo paseando sin rumbo fijo y choco con personas pidiendo en la calle, esto me hace recordar las 20.000 personas que todavía en nuestro país duermen cada noche en la calle. Sigo viendo más y más gente con paquetes, más anuncios de todo tipo, más escaparates con decoración navideña.

Las navidades me han dejado un sabor agridulce, quizás sea un sentimiento que nace de cómo la celebramos. Creo que la celebración de la navidad debería suscitarnos unas vivencias muy distintas a las que nos invitan las costumbre sociales o los medios de comunicación. Sean convertido en la gran fiesta del derroche.

Ante esto, qué podemos hacer para otro año. No creo que sea cambiarlo todo, pero, tal vez, si hacer pequeños gestos de afirmación y rebeldía. Frente a un consumismo desmesurado, un consumismo solidario. Ante la cultura del regalo, regalos contraculturas (regalos que no cuesten dinero, que sean alternativos, cesta de navidad con productos de comercio justo...). Ante la estética del espumillón, una decoración alternativa. Ante ese sentimiento barato, auténtica comunicación personal.

Un proverbio escocés dice: “ muchas cosas pequeñitas, en muchos lugares pequeños, hechas por mucha gente pequeña, pueden transformar el mundo”. ¿Quién no sigue soñando con otro mundo distinto?. Es legítimo aspirar a transformar el mundo. Quizás solo lleguemos a transformar un poquito la realidad de nuestro espacio inmediato. Y aunque parezca que nada cambia una cosa es importante, nosotros seguiremos siendo fieles a nuestros principios.

Es la fidelidad a nosotros la que nos hace pensar que otra navidad es posible. No olvidemos que no son las cosas que tienes en tu vida las que cuentan, sino a quienes tienes lo que verdaderamente importa. Si perdemos esto de vista nos pasará como a una gran mayoría de nuestra humanidad, que se aburren de ser niños, apurando por crecer, y luego suspiran por volver a ser niños, o aquellos que pierden la salud para tener dinero y, enseguida, pierden el dinero por recuperar la salud.

La verdadera felicidad no es obsesionarse con tener más o divertirse más sino ser feliz con lo que puedo tener y con lo que soy. Es necesario pensar que otra navidad es posible ( ¡y necesaria! ), merece la pena vivirla.

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